En estos días he sido bastante cuestionada por el hecho de comprarle una muñeca a mi hijo Lucas. Me la pidió en octubre del 2010, diciéndome que quería aprender a ser un buen padre. El mismo Lucas también ha sido objeto de cuestionamientos o más bien se le han levantado obstáculos cuando ha querido jugar con unas amiguitas y se les ha dicho que las niñas juegan con las niñas y los niños con los niños.
Tanto Lucas como yo nos hemos visto enfrentados a una motaña de códigos que se levantan en nuestras sociedades machistas que enseñan que los niños no lloran, no juegan con muñenas, no se quedan con un golpe, etcétera, etcétera, etcétera; y por el otro lado, que las niñas juegan con muñecas, cocinas, y no se les puede golpear, pues son delicadas.
Siempre le he enseñado a Lucas que debe jugar con las niñas. Debe aprender a relacionarse con ellas, saberlas tratar y conocerlas. Igualmente le he enseñado que él puede ser un padre, amigo, hermano, novio, esposo de las muñecas o de las chicas con las que juega. Pues, si se pasa su niñez solo jugando con niños, como quiero que luego aprenda a relacionarse con las mujeres en el mañana. Jugar con niñas no lo hace ni más hombre, ni más fuerte, ni más poderoso; pero si lo hace más humano. Esto todavía es mucho más penoso si lo que se cultiva en el juego entre niños está basado en la violencia. Críamos al hombre que golpea y a la mujer que es maltratada.
Isabella María, como se llama la muñeca de Lucas, tiene un padre que la cuida, que se preocupa por ponerle la manta en la noche cuando hace frío, de que le estemos buscando otra ropa, pues dice que sólo en pijamas anda la pobrecita. Me parece que será un padre muy tierno cuando le toque el turno verdadero.
Publicado originalmente el 6 de enero de 2011.
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